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The State of the Union: Hoy es el gran día (parte I)

Retoques, puntualizaciones, modificaciones, cambios de último segundo, más retoques. Nervios y adrenalina. Calibra esa frase, sopesa ese verbo, modula ese adverbio, atenúa esa expresión. Hoy no se puede fallar. Los gestos, la entonación, la pasión, la emotividad, el tono, el suspense, los silencios. Todo se ha de estudiar, todo ha de parecer natural, todo ha de ser perfecto.

Y es que hoy es el gran día. Hoy es el día del Discurso del “State of the Union” en Estados Unidos. Es decir, el día en que Obama se juega millones de votos. De su actuación hoy puede volver a resurgir en las encuestas o retroceder peligrosamente en su carrera a la re-elección. Demasiado en liza como para improvisar en lo más mínimo.

El mensaje

Obama habla con su jefe de speechwriting, Jon Favreau

Desde la Casa Blanca llevan días calentado motores y dosificando cuidadosamente mensajes. Ya sabemos, por ejemplo, que el discurso se centrará en la substancia, que va a haber propuestas concretas y que va a recurrir a la fórmula de “compare and contrast” (comparar y contrastar) para subrayar las diferencias con los Republicanos y dejar claro así que es él quien mejor puede llevar el timón en un momento en que la nave parece todavía ir a la deriva (o, al menos, eso piensan muchos).

El mensaje central: que el Gobierno tiene un papel clave en la gestión de la economía, que el libre albedrío de los mercados sin control y la codicia de las grandes corporaciones tiene serias consecuencias y que la política puede emplearse para promover una sociedad más equitativa y próspera. Nada de dejar a sus compatriotas a su suerte, ni de olvidarse de los más desfavorecidos. Frente a un Partido Republicano que defiende que, cuanto menos injerencia por parte de las administraciones públicas, mejor, porque toda acción del Gobierno es negativa, Obama va a arremeter con fuerza en su reivindicación de que más que un grupo de individuos aislados, Estados Unidos sigue siendo una sociedad y que como tal ha de actuar.

Desde la Casa Blanca glosan toda esta idea en un sencillo pero poderoso eslogan: “An America Built to Last”, algo así como “Una América construida para durar”. Y es que, frente a especulaciones peligrosas y vaivenes intempestivos de los mercados, frente al egoísmo de algunos y las derivas simplonas de otros, América tiene que reforzar sus pilares, fortalecer sus bases, recordar que todos tienen una responsabilidad respecto a los demás y que nadie se puede quedar atrás. Sólo así se puede avanzar. Sólo así se puede construir un futuro que pueda perdurar.

“An America Built to Last” es más que una fórmula retórica elegante. Resume bien toda una filosofía, por no decir que es breve, sencillo de recordar, rezuma optimismo y advierte (aunque de soslayo) lo que en Estados Unidos se denomina un “call to action”, una llamada a la acción.

Además, parece funcionar. En los últimos meses, el Presidente ha estado ensayando esta fórmula frente a diferentes auditorios. Y parece que este tono “populista”, salpicado con datos y aderezado con propuestas concretas, es en donde se siente más cómodo. La Casa Blanca ha colgado en YouTube un vídeo magnífico con retazos de un discurso que Obama pronunció recientemente en Kansas y en donde se prueban los nuevos elementos discursivos. Me ha recordado al «It’s Morning Again in América» de Reagan, por la importancia de las imágenes de ciudadanos. Sin duda, es un vídeo de una gran calidad (de hecho, en cuanto lo ves te dan ganas de ir a votar). Según algunos asesores del Presidente, el discurso de hoy del «State of the Union» seguirá bastante el guión de esta intervención hecha apenas hace un mes.

Probando un nuevo discurso

Como se ve en el vídeo, Obama lleva un mes probando un nuevo discurso en el que aúna un recuento de todo lo que ha hecho y una renovada ilusión por los años venideros.

El Presidente comienza ahora sus discursos recordando los valores que inspiraron la campaña del 2008:

“Estoy aquí no sólo porque yo necesite vuestra ayuda; estoy aquí porque el país necesita vuestra ayuda.

Hubo una razón por la que muchos de vosotros participasteis en la campaña del 2008, por la que os dejasteis la piel. Y no fue porque pensabais que iba a ser fácil. Lo hicisteis porque entendisteis que la campaña no era sobre mí. Era sobre una visión que compartíais por América. Una visión que decía que en América tú no sólo miras por ti mismo y que las grandes corporaciones no sólo deberían regirse por sus propios intereses. Era una visión grande y compasiva y audaz que decía que, en América, si te esfuerzas, puedes tener una oportunidad. Puedes tener una oportunidad de salir adelante. No importa donde hayas nacido. No importa cuál sea el color de tu piel. No importa cual sea tu nombre. Si estás dispuesto a trabajar duro, si tienes talento, si tienes una idea, si estás motivado, lo puedes hacer.

Era una visión que decía que valemos más si trabajamos juntos que si sólo miramos cada uno por nuestro lado. Que cuando todos tenemos una oportunidad, cuando todos colaboramos, cuando todos aportamos, cuando todos nos regimos por las mismas reglas, entonces todos estamos mejor. Todos lo podemos hacer mejor”.

A continuación recuerda que, sí, los esfuerzos han dado su fruto: “Prometimos traer el cambio. Hemos empezado a ver cómo es el cambio. El cambio es… (y aquí enumeró todos sus éxitos, como el rescate de la industria automovilística, la reforma de la sanidad o el fin de la guerra de Irak)”.

Renglón seguido, avanzó nuevas iniciativas “para ayudar a los americanos”, como deducciones fiscales a aquellas empresas que, en vez de externalizar puestos de trabajo al extranjero, apuesten por crear empleos en el país.

Para acabar, arremete contra los Republicanos:

“La competición por nuevos trabajos, por las empresas, por la seguridad de la clase media, ésa es la batalla que sé que podemos ganar. Pero América no va a ganar si permitimos que triunfen aquellos que creen que sólo podemos responder a los retos con la misma cantarina antigua: recortar impuestos que no lo necesitan y que no lo están pidiendo, dejar que las compañías hagan lo que quieran y esperar que la prosperidad surja de la nada y se genere sola. Esto no funciona”.

La pregunta ahora es: ¿servirá este nuevo claim por el futuro para superar el sentimiento de decepción que está tan extendido entre el electorado? Obama sabe que se enfrenta a una ardua tarea: ha de saber vender lo que ha hecho y proyectar ilusión para los años venideros. Si en el 2008 generó un “movement” lleno de esperanza, a día de hoy sabe que no ha cumplido todas las expectativas. La economía todavía está débil, el nivel de paro es del 8,5% (allí esto se considera ya excesivo), la sombra de una nueva recesión sigue acechando amenazante y el electorado no atisba signos excesivos de mejora.

Ahora bien, si alguien puede desafiar a los malos augurios y remontar situaciones que parecen imposibles, desde luego, es él.

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Empezar de nuevo

Las críticas dentro de su propio partido no dejan de amenazarlo hasta tal punto que son muchos los que, sin ningún reparo y con poco disimulo, comentan en voz alta que es incapaz de pilotar la nave y ejercer liderazgo. Pero Ed Miliband, líder del Partido Laborista británico, no parece ser de los que se amedrentan.

De hecho, ha demostrado hoy mismo que no le tiene ningún miedo a las descalificaciones, que es capaz de proponer ideas interesantes y, sí, que está en condiciones de dar la batalla para ocupar “Downing Street” en el 2015.

Miliband hoy se la jugaba, pero la partida se ha saldado con un tanto a su favor. En un discurso frente a la organización “London Citizens”, ha propuesto una hoja de ruta coherente que según algunos medios, como el periódico “The Guardian”, marca una nueva etapa en la historia laborista.

Lo más destacado:

1. Asumir los problemas sin titubeos. El Partido Laborista arrastra un problema de credibilidad en el campo económico muy acuciado.  Es cierto que en el 2007, cuando estalló la crisis y los laboristas estaban en el gobierno, la economía británica disfrutaba de un crecimiento que parecía robusto. Llevaban nada menos que una década creciendo, ahí es nada. Y, al mismo tiempo, el desempleo había caído drásticamente. Pero no todo eran buenas noticias: a pesar de la bonanza económica, las cuentas públicas no estaban equilibradas y había déficit (pequeño, pero déficit al fin y al cabo). Además, los laboristas creyeron ingenuamente que las cantidades recaudadas por los impuestos se mantendrían estables, sin darse cuenta de que las arcas públicas estaban llenas de dinero proveniente de la especulación del mercado inmobiliario y la actividad desenfrenada (y sin control) de las entidades financieras de la “City”. Con lo que, cuando estalló la crisis, los ingresos menguaron rápidamente y el déficit público se disparó.

Por ello, todavía hoy son muchos los ciudadanos que consideran que el gobierno de Gordon Brown no supo reaccionar acertadamente frente a la crisis y que, encima, adoptó medias erróneas para contener sus consecuencias. Frente a esta creencia tan extendida, los laboristas (ahora en la oposición), no han sabido ofrecer una narrativa coherente ni argumentos sólidos para contrarrestar las críticas. De hecho, como muy acertadamente apunta hoy Maurice Glasman (asesor de Miliband y cerebro del “Blue Labour”) en la versión online de “New Statesman”:

Parece no haber [entre los laboristas] ningún tipo de estrategia, ningún tipo de narrativa y muy poca energía. Viejas caras de la era Brown todavía dominan el “shadow cabinet” [la oposición] y parecen obsesionados en defender lo que los laboristas han hecho. Pero lo están explicando mal: dicen que ellos no gastaron tanto dinero y que, si estuvieran ahora gobernando, harían menos recortes y de forma mucho menos drástica. Ahora bien, no entran en detalle, ni dicen cómo exactamente lo harían.

Estos laboristas, aparentemente, pretenden ganar las próximas elecciones gracias a todos aquellos demócratas liberales que se sienten decepcionados y los trabajadores públicos. Pero por el momento no han ganado, ni existe el menor indicio de que puedan ganar, en un debate económico. No se ha articulado una alternativa constructiva, ni se ha intentado repensar la relación que debe existir entre el Estado, los mercados y la sociedad. El mundo parece ir a la deriva, pero los laboristas no damos la imagen de estar a la altura de las circunstancias.

No es una visión aislada dentro del partido. A principios de diciembre algunos asesores destacados del Partido Laborista hicieron público un panfleto en donde exigían que Miliband «dejase de centrar todas sus energías en atacar los recortes promovidos por los conservadores en el 2010 y focalizase sus esfuerzos en conseguir restaurar la credibilidad del partido laborista en temas económicos y fiscales”.No se trataba de criticar sin piedad las medidas adoptadas por el gobierno de Gordon Brown, sino de reconocer sin tapujos que “las medidas que Gordon Brown propuso eran sensatas en teoría, pero fueron imprecisas y demasiado vagas en la práctica».

No sólo era una cuestión de responsabilidad ideológica, también había cierto cálculo electoral en esta reflexión. Porque, según algunas encuestas, se ha confirmado que los británicos comprenden que las medidas adoptadas por el gobierno del actual Primer Ministro Cameron para contener el déficit son necesarias. Además, consideran que la crisis que se vive el país se debe a las situación del euro, a la herencia de los laboristas y al comportamiento irresponsable de los bancos, más que a las acciones emprendidas por David Cameron. Por tanto, insistir en que los recortes son malos (y no aportar nada más) no sólo no estaba dinamitando la popularidad de los conservadores, sino que estaba dañando la credibilidad de los laboristas, al entenderse que éstos tan sólo estaban escurriendo el bulto y eludiendo sus responsabilidades. 

2. En lo bueno y en lo malo. En base a todos estos argumentos, Miliband ha reconocido hoy que el laborismo debe revisar algunas de sus premisas, sobre todo en temas fiscales. «Debemos demostrar que el laborismo es un partido para todas las épocas, no sólo para las de bonanza económica», ha defendido. 

Cada vez que los laboristas hemos ganado unas elecciones, lo hemos hecho cuando la economía iba bien: cuando los emprendedores podían crear beneficios, cuando las compañías sabían que había mercados para sus productos y consumidores dispuestos a comprar. Esa economía en crecimiento significaba que teníamos más recursos en las arcas públicas que podíamos invertir en infraestructuras, en ayudar a las familias trabajadoras y en proteger a los más vulnerables en nuestro país.

La próxima vez que volvamos al poder será diferente. Tendremos que gestionar el déficit. Tendremos que tomar decisiones difíciles que todos desearíamos no tener que tomar. Así que lo que tenemos que hacer es repensar cómo conseguir una distribución justa y equitativa en un período en que habrá menos dinero que emplear.

3. Una hoja de ruta (ideológica) coherente. El punto de inflexión que ha propuesto Miliband (alejarse de la ortodoxia que dice que todo gasto público es bueno) no parece, sin embargo, una renuncia de los prelados esenciales del laborismo. Para que quede claro, ha dicho que todos sus esfuerzos irán encaminados a cumplir tres objetivos básicos:

«Primero, reformar nuestra economía para que podamos establecer una estrategia de crecimiento sostenible a largo plazo cuyos beneficios sean repartidos injustamente. Segundo, actuar contra intereses aislados que amenazan los estándares de vida de las familias. Y, tercero, adoptar decisiones que favorezcan a la mayoría, a las personas que trabajan duramente».

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La difícil sonrisa de Chacón

Me recordó a unos versos de Shakespeare: “full of sound and fury, signifying nothing”. Garra, determinación, coraje (con algún quiebro de voz de por medio), pero sin ningún contenido tangible y útil más allá de las arengas típicas a los entregados militantes. Es mi particular visión del discurso ayer de la (ahora sí, oficialmente) candidata a la Secretaría General del PSOE.

La puesta en escena, todo hay que decirlo, estuvo muy bien pensada. Paseíllo inicial de la candidata jalonada por sus compatriotas almerienses que le estampaban dos besos mientras las cámaras encuadraban perfectamente las demostraciones efusivas de apoyo. Banderitas por doquier, gente con sonrisas permanentes, alguna lagrimilla entre el público y mucha ilusión en el hotel de Olula del Río. Todo muy americano,  que por algo estaban rodando en la tierra que hizo famoso el “western”. Y no, lo de emplear el verbo “rodar” no es fortuito, porque todo parecía un evento perfectamente coreografiado para que los telespectadores nos creyésemos que esta mujer es capaz de generar un “momentum” a lo Obama y resucitar al PSOE de sus cenizas.

Ahora bien, el discurso falló. Y mucho.  Frases excesivamente preparadas para el aplauso fácil, exhortaciones grandilocuentes para culpar de todo al partido rival, exabruptos innecesarios que buscaban energizar a las bases pero que sobraban totalmente (lo de acusar al PP de ser “los parásitos de la crisis” me pareció excesivo).

Tengo la sensación de que más que hacer autocrítica, lo que se persiguió fue construir una cortina de humo: algo así como “lo hemos hecho mal, de acuerdo, pero los otros lo están haciendo aún peor, con lo que nosotros deberíamos parecer mejores”. Si se piensan que con análisis tan poco lúcidos y estrategias tan poco meditadas (y con cierto tono zafio), el PSOE va a salir del atolladero, les quedan muchísimos años de oposición por delante.

Tengo que reconocer que me esperaba muchísimo más nivel por parte de Carme Chacón. Quizás tenía esperanzas de que, de tanto citar el ejemplo de las primarias francesas, Chacón hubiese extraído la verdadera lección del ejemplo galo: que los votantes (militantes o no, simpatizantes o no) quieren algo más que una retórica facilona llena de “sound bites” agresivos. Quieren soluciones a los problemas del país. Quieren una hoja de ruta que explique cómo crear empleo, generar oportunidades y dinamizar la economía. Quieren líderes en los que poder confiar. Quieren partidos políticos de los que sentirse orgullosos (o, al menos, quieren poder ir a votar convencidos). Y, sobre todo, Sra. Chacón: los votantes quieren que se les reconozca como personas inteligentes y quieren, por tanto, discursos inteligentes. No arengas sin sentido.

Chacón apela a una nueva socialdemocracia, sin concretar su sentido. Y exige un nuevas formas (solo le faltó parafrasear y emplear la palabra “talante”), aunque de momento sólo estemos viendo más de lo mismo.

Está muy bien lo de recordar que la socialdemocracia se basa en la libertad, la justicia y la solidaridad. Pero quizás en este momento haría bien de hablar también de responsabilidad, ese término tan escurridizo pero que la población entiende tan bien (y valora aún más).

Ojalá recapacite un poco y ofrezca ideas interesantes.  Me gustaría que dijera cómo pilotaría la oposición si estuviera en sus manos hacerlo, me gustaría saber cuáles serían sus medidas, cuál sería su tono. Me gustaría saber qué propone para dar oportunidades a los jóvenes, para que las mujeres podamos realmente conciliar, me gustaría saber qué piensa de la situación actual de Europa, de la postura de Merkel, del futuro del Banco Central Europeo y, puestos a pedir, me gustaría que ofreciese su versión de cómo reducir el déficit y mejorar la competitividad de la economía. Además, ha criticado que el PP ha subido los impuestos, ¿no lo haría usted? Señora Chacón: ¿Qué impuestos subiría, qué impuestos eliminaría, que impuestos reduciría?

Por cierto, en referencia a los “acentos territoriales” que usted ha defendido (en un claro guiño al PSC): ¿qué significa exactamente? ¿Va usted a seguir diciendo una cosa en Barcelona y otra distinta en Madrid? Que quede claro que estoy totalmente en contra de una homogeneización rasante que niegue las especificidades de cada territorio, y mucho más en contra estoy del “café para todos” que tan contraproducente ha resultado. Me gusta la diversidad porque nos aporta riqueza y, sí, defiendo que cada nación de este Estado que es España debe recibir un trato adecuado a lo que aporta al conjunto. Ahora bien, lo que tiene que ser idéntico es el discurso. Porque lo de decir tres cosas diferente para contentar a tres electorados distintos ya no funciona. Es más, lo encuentro totalmente antidemócratico, por no decir insultante.

En resumen: espero sinceramente que en los próximos días siga habiendo “sound” y cierta “fury”, pero que superen lo del “signifying nothing”.

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Algo ha pasado en Iowa

Mitt Romney ha ganado. Eso es lo único en lo que han acertado todas las encuestas. Ahora bien, lo que nadie había podido predecir, ha ocurrido. Rommey ha ganado, sí, pero por tan solo ocho votos de diferencia frente al segundo en liza: el ex Senador de Pennsylvania, Rick Santorum. No había pasado nada parecido desde 1980, cuando George Bush padre venció en ese estado a Ronald Reagan por tan sólo dos puntos porcentuales. Ahora, sin embargo, la distancia ha sido aún menor. Romney se hacía con 30.015 votos y Sartorum (que contaba tan sólo con un minúsculo presupuesto de campaña) aglutinaba a 30.007. Ron Paul, el tercero en disputa, recababa la nada despreciable cifra de 26.219 votos y Newt Gingrich se ha tenido que conformar con un triste 16.251.

Todo esto demuestra que todavía está todo por decidir en la contienda republicana a la nominación y, lo que es más interesante, es una prueba inefable de que los votantes republicanos no tienen claro exactamente qué tipo de candidato quieren (al fin y al cabo,  el moderado Romney y el ultraconservador Santorum representan cosas muy distintas dentro del mismo partido).  Las encuestas previas ya habían demostrado que a los republicanos de Iowa les preocupaba fundamentalmente la economía y el déficit público (y en esto no había fisuras), pero también reconocían que los votantes no se podían de acuerdo en cuanto a “aspectos de personalidad” se refería. Así, mientras que el 30% creía que la cualidad más importante era “poder vencer a Obama”, un tercio de los encuestados defendían que lo esencial era escoger a un “auténtico conservador” y otro tercio arremetía con que lo fundamental era “un candidato con un fuerte carácter moral”.

Es decir, en esta pugna pueden caber muchos republicanos distintos. Y muchas ideas distintas de lo que significa ser Republicano.

¿El fracaso de Romney?

De lo que no hay duda, en cualquier caso, es que a Romney el resultado le debe haber sentado como un jarro de agua fría. Nunca había escondido su deseo de conseguir una victoria aplastante Iowa que le facilitase el camino a la nominación. Pero tan pronto como aparecieron los resultados de las encuestas a pie de urna, sus esperanzas se desmoronaron. Y es que los sondeos arrojaban tendencias más que preocupantes para Romney. Según recoge hoy el New York Times, cuatro de cada diez personas que acudieron al “caucus” lo hacían por primera vez y la gran mayoría de ellos declaraban su apoyo por Ron Paul. A su vez, la mayoría de los restantes seis de cada diez reconocían que habían decidido su voto en el último momento y un tercio de ellos se habían inclinado por Santorum.

“Nos queda mucho trabajo por hacer”, explicó Romney en uno de sus últimos mítines de la jornada, cuando ya se atisbaba el resultado final.

Desde luego, no se equivocaba.

Para empezar, según el periodista Tim Rutenberg del New York Times, Romney se enfrenta al difícil problema de conectar con las bases más conservadoras de su partido:

“Puede que el Sr. Romney sea quien tenga más dinero, la mejor organización e incluso quine tenga mayores posibilidades de vencer de Obama. Pero no ha sido capaz de conectar con el alma más antigubernamental y populista de su partido, ni de convencer a los conservadores más tradicionales de que es un candidato aceptable en unas elecciones en donde las esperanzas no sólo están puestas en vencer a Obama, sino en cambiar de forma permanente los valores y la dirección del país”.

Porque que Romney es republicano no se pone en duda, pero si es conservador, sí. Su moderación, de hecho, es ahora su mayor escollo. Él se presenta como un padre de familia tradicional, como un marido fiel y un eficiente hombre de negocios. Hasta cierto punto quiere reivindicar la herencia de Bush (la del “conservadurismo compasivo” del 2000; no la del descalabro de la última legislatura). Pero quizás los votantes (que están abandonando “el centro”  a toda velocidad) estén esperando algo más.

Además, según Philip Rocker del “Washington Post”, Romney parece caer en los mismos errores que en su anterior intento de hacerse con la nominación republicana (en 2008; perdió finalmente frente a John McCain): su falta de pasión cuando habla, las sospechas de hasta qué punto es conservador y, sobre todo, la incapacidad de atraer seguidores a su candidatura.  Ésta última, precisamente, es lo que más amenaza su principal virtud: que él es, de momento, el candidato con más posibilidades de ganar. Porque, ¿si no es capaz ni de convencer a tu propio partido, como va a convencer a los electores indecisos (y a atraer demócratas descontentos)?

Romney va a tener que demostrar en la próxima cita, New Hampshire, que es capaz de hacerlo.

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Sarkozy: la guerra de las cifras

Así ha bautizado el diario «Le Monde» a la campaña presidencial francesa: «la guerra de las cifras». Y es que, a diferencia de lo que aquí acontece en una campaña electoral, los galos no escatiman datos, ni mucho menos estadísticas, para sustentar sus argumentos. Es más, parece que toda la estrategia electoral se basa en encontrar el mejor indicador, el mejor número, para convencer a los votantes. Así, los eslóganes, en Francia, no son palabras, son cifras. Reconozco, en este punto, que les tengo una gran envidia sana.

El UMP, el partido de Sarkozy, acusa a los socialistas de que sus propuestas costarían al país 255.000 millones de euros, una cifra desorbitada en plena crisis económica y con unos niveles de deuda que no dejan de subir. A su vez, los de Hollande replican que el Presidente ha hecho «regalos» (cadeaux) fiscales por valor de 75.000 millones de euros en cinco años, lo que no ha mejorado la economía y encima ha incrementado el déficit.

Encima, ambas cifras no se han lanzado al tuntún, sino que han sido debidamente contextualizadas y explicadas (insisto en lo de la envidia sana).

Lo mejor, por añadir algo más, es que los franceses dominan el «timing» y los asesores de ambas campañas se apresuran a que el campo contrario no les robe titulares. Que aquí lo importante es centrar -y rápido- el mensaje que a cada uno les interesa.

Por eso los de la UMP no perdieron ni un solo segundo en contrarrestar la munición de datos que los socialistas franceses lanzaron en sus primarias. El 18 de octubre, un día después de que Hollande se alzara con el liderazgo del PS, los de Sarkozy organizaron una convención (perfectamente diseñada para la televisión) para «descifrar» los mensajes de sus principales rivales. Miembros destacados del partido iban desgranando una a una las propuestas socialistas, arremetiendo (¡cómo no!) con datos y esgrimiendo argumentos. Las reflexiones se concretaban en cifras constantes y sonantes que se recogían diligentemente en una enorme pantalla «que recordaba a los de las maratones televisivas», como apuntó con acierto «Le Monde».

La UMP había encontrado su cifra: los 255.000 millones de euros que, según ellos, costaría poner en marcha las propuestas socialistas. «Hemos sido los primeros en ofrecer una cifra», comentó con orgullo Jean-François Copé, un destacado miembro de la UMP (y bloggero, para más señas), «ahora les tocará a los demás».

La puesta en escena había sido flamante, no cabía la menor duda. Pero había que asegurarse de que el mensaje no se olvidase. Aquí era donde entraban las redes sociales. Con todos los datos crearon un «infográfico» que sería colgado en todos los blogs de políticos del partido y distribuido por los perfiles de sus seguidores en Facebook.

Twitter también está teniendo un protagonismo más que notable. Desde la página web central del partido se anima a los seguidores a twittear incesantemente y, sobre todo, a interpelar a través de Twitter a los otros candidatos con el objetivo de «suscitar el debate y provocar respuestas sobre los temas que siempre aluden». Eso sí, nada de imprecaciones baratas, ni de insultos zafios (y, por supuesto, nada del cutre «¿quién vive en una piña debajo del mar?» con el que aquí se descolgó alguno). Aquí se trata de concentrarse «sur le fond», en el fondo de los asuntos.

De hecho, para facilitar la tarea, en la página web de la UMP hay un apartado donde se sugieren preguntas a hacer. Bajo el título de «Incitez-les à débattre» (Incitémosles a debatir), los seguidores tan sólo han de escoger la pregunta que más les guste.

De momento, y según informa «Le Monde», la UMP tiene a 800 twitteros en activo.

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Francia supera a Obama: los candidatos franceses demuestran que ahora son ellos los reyes del 2.0

Una de las principales citas de este año 2012 que acaba de comenzar será sin duda en mayo: las elecciones presidenciales francesas. Sarkozy se juega su permanencia en el Palacio del Eliseo y, según las encuestas, parece que François Hollande, candidato del Partido Socialista francés, será el ganador de la contienda. Aunque, como en todo sistema democrático, habrá que esperar a que se cuenten los votos para saber quién es realmente el próximo Presidente de la República. Y por lo que estamos viendo, Sarkozy piensa pelear duro para mantenerse en el puesto. 

De momento, lo que tenemos es una campaña en mayúsculas: hay un debate interesantísimo donde (sí) se confrontan ideas y se analizan propuestas. Por no decir que la práctica totalidad de los candidatos está demostrando un altísimo nivel intelectual y una gran capacidad estratégica. También en cuanto a comunicación se refiere. De hecho, la estrategia online de los diferentes partidos es digna de encomio y merece todo nuestro reconocimiento.

Porque si pensábamos que los buenos ejemplos de comunicación y de movilización online tan sólo podían llegar de Estados Unidos, estábamos muy equivocados. Nuestros vecinos galos nos están demostrando que han estudiado con detenimiento las técnicas de movilización de Obama y que ahora son sus alumnos más aventajados. Tanto, que quizás acaben superando al maestro. He pensado en escribir un par de posts para destacar los ejemplos que me parecen más significativos.

Comienzo por el de François Hollande, candidato socialista a la Presidencia de la República, por ser ahora el que va en cabeza en las encuestas. El próximo lo centraré en Sarkozy.

1. Contactar, alabar e implicar.  Gracias a las primarias, el Partido Socialista francés pudo conseguir miles de direcciones electrónicas y números de móvil. Se calcula que de los tres millones de personas que acudieron finalmente a las urnas, unos 800.000 facilitaron sus datos de contacto. Esto, según Manuel Valls, directos de comunicación de la campaña socialista, puede ser una plataforma muy útil para “ampliar el campo de acción del partido”.

Los esfuerzos en este sentido ya han comenzado. El 20 de diciembre, dos meses después de las primarias, Hollande se puso en contacto por primera vez con todas las personas que habían facilitado sus datos a través de un mail donde les recordaba que “Vosotros habéis sido los actores de las primarias, vosotros seréis mañana los artífices de la victoria de la izquierda en el 2012”. El texto completo era el siguiente:

Estimados Señoras y Señores,

Todos ustedes han participado el 9 y el 16 de octubre en las primarias ciudadanas.

Quisiera transmitirles el orgullo que siento de haber sido escogido por un procedimiento que ha aglutinado a más de tres millones de personas.

Soy muy consciente de mi responsabilidad. Debe estar a la altura de la confianza que ustedes me han otorgado. Su movilización ha lanzado un mensaje claro. He visto en ella una fuerza increíble de cambio para el 2012 en un momento particularmente difícil para Francia y Europa.

La crisis económica, una deuda pública récord, el crecimiento del paro, todo ello necesita que estemos juntos en un esfuerzo de unión [rassemblement] y de justicia para dar una nueva dirección a nuestro país.

Yo propongo tres grandes acuerdos: un pacto productivo para aumentar el empleo y el crecimiento económico, un pacto redistributivo para reducir las desigualdades y un pacto educativo para que los jóvenes sean la gran prioridad de las próximas décadas.

Quiero transmitirle que el cambio exigirá una concepción de la democracia según la cual el presidente respetará a los ciudadanos y a los valores de la República.

Esta campaña será dura y áspera. Sé que nuestros adversarios no dudarán en utilizar la caricatura y el desprestigio para así negar lo que ellos han hecho. Necesitaré, por ello, de la participación de cada uno de ellos y de todos aquellos que dan apoyo a mi candidatura.

Vosotros habéis sido los actores de las primarias, vosotros seréis mañana los artífices de la victoria de la izquierda en el 2012.

Os proporcionaré regularmente argumentarios e informaciones. No duden, sin embargo, en hacer llegar a mi equipo todas sus sugerencias.

Deseo que en este fin de año del 2011 Francia sepa que el 6 de mayo del 2012 tendrá el futuro que merece.

François Hollande

Al mismo tiempo, su equipo de campaña también envió un SMS más corto, obviamente, “et percutant” (contundente), donde se insistía en que “vuestra movilización fue un mensaje claro. He visto en ella una fuerza increíble de cambio para el 2012” y se repite la voluntad de Hollande de lanzar tres grandes compromisos: “el pacto productivo, redistributivo y educativo”.

Según Vicent Feltesse, responsable de investigación de la campaña (me encanta el nombre en francés: “L’Equipe numérique”), ha reconoció que la mitad de los contactados han respondido muy favorablemente a ambos mensajes.

Tan favorablemente, que el equipo de Hollande no ha dudado en enviar un mensaje de voz a los más de trescientos mil números de móvil que tiene ahora en su registro para recordarles, precisamente el 31 de diciembre, que el nuevo año «será el año del cambio». El mensaje de voz lo podéis escuchar en: voeux-t-l-phoniques-de-fran

2. Hacer que la campaña sea entretenida. La estrategia, sin embargo, no se ha limitado tan sólo a enviar un mensaje aislado. El 23 de diciembre se ponía en marcha una página de François Hollande en Tumblr (http://fh2012.tumblr.com), para dar a conocer los aspectos más “informales” de la campaña. Bajo el título de “Los entresijos de la web de campaña François Hollande 2012. Todo aquello que nunca hubieses creído aprender de una web presidencial”, la página sirve para colocar vídeos e informaciones que dan muestra de lo que se cuece en el “backstage”.

3. Ideas, propuestas y muchos números. Además, se ha reforzado la página web central de la campaña con infográficos muy inspirados en los que lanza el equipo de Obama. Los de Hollande quieren que la campaña gire en torno a las cifras, sobre todo en temas como el paro y la deuda. Es más que interesante el gráfico que los socialistas lanzaron después del discurso de Sarkozy en Toulon sobre la situación económica del país y el futuro de Europa. Con el eslogan “La Droite creuse la dette, c’est vous qui payez la note” [La derecha hace subir la deuda, tú pagas la factura], denuncia los excesos de gasto en que, desde su punto de vista, ha incurrido el gobierno conservador. Algunos de los datos son más que discutibles, pero la presentación a nivel gráfico resulta interesante.

 

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Yo sí estuve. O no. Bueno, quizás. Vaya, que depende.

Esto es lo que más se debe escuchar entre algunos grupos socialistas al ser preguntados por “La Cuestión”, así en mayúsculas: “Oye, ¿tú estuviste o no?” Miradas huidizas, gestos perplejos, sudor incipiente, soplidos intermitentes. “Bueno, sí. O no. Quizás. Vaya, que depende”. ¡Depende!, qué magnífico vocablo.

La Cuestión se refiere, por supuesto, a si se estuvo o no apoyando a Rodríguez Zapatero en la última legislatura, y surgió a raíz de la “Guerra de los Manifiestos”; es decir, la lucha mediática que están manteniendo dos facciones dentro del PSOE por haber quien es más original, escribe mejor sobre los mismos temas, critica mejor sin criticar y consigue recabar más titulares en la prensa. Primero fueron los nueve folios del grupo encabezado por Carme Chacón, luego vino la réplica en forma del contundente “Yo sí estuve” firmado por acólitos del Ex Presidente, Simancas también se animó a escribir un artículo y, en general, todo hijo socialista de vecino debe estar en este momento planteándose publicar un manifiesto de regeneración y cambio. Y digo esto sin acritud (de acuerdo, sin excesiva acritud), porque estoy totalmente a favor de que los partidos tengan debates internos intensos y me parece más que producente que haya quien ponga por escrito sus pensamientos y reflexiones y tenga encima la deferencia de compartirla con los demás.

Ahora bien, y aquí está el “quid”: ¿estamos delante de una batalla ideológica? ¿O simplemente es una lucha por colocar el titular, medir el “timing” y sopesar posibles apoyos de cara a la nominación? Porque lo primero sería interesante; lo segundo, en cambio, anodino, por no decir soporífero. Aunque mucho me temo que, desgraciadamente, más que ideas, más que estrategias y rutas para crear empleo, simplemente estamos frente a una deliberación sobre rostros.

Si lo hacen así, desde luego, no habrá camino posible de salvación para el PSOE y les queda travesía por el desierto para rato.

Mañana, cuando Rubalcaba haga la presentación oficial de su candidatura y escuchemos su discurso, comprobaré hasta qué punto el PSOE está dispuesto, de verdad, de salir del abismo.  Luego habrá que esperar a que Chacón de una vez por todas se pronuncie y escuchemos sus argumentos.

Espero que ellos, o alguno de ellos, conteste la cuestión (esta vez en minúsculas) de fondo: ¿estamos de acuerdo en que el PSOE no puede seguir funcionando como hasta ahora, les hace falta un cambio de verdad, descubrir como encandilar de nuevo a los millones de votantes que han perdido y procurar ofrecer una narrativa coherente que, a poder ser, proponga respuestas sensatas a los problemas más acuciantes del país?

Si quieren ponerle un titular sensacionalista, pónganselo. Pero lo que importa, más allá de las primeras líneas, es el contenido. Es decir, contestar a esta cuestión que no es para nada minúscula. Y, por cierto, con cuantos más detalles, argumentos, cifras, estadísticas y reflexiones, mejor. Aquí no escatimen folios.

Por cierto, contestando a “La Cuestión” (vuelvo a las mayúsculas): Todos estuvieron ahí. Aquí no hay dependes. Cuando tuvieron que cantar las excelencias de Zapatero, lo hicieron sin dudar. Y cuando no supieron como justificar el viraje que tuvo que dar el ex Presidente para que España no acabara como Grecia, intentaron escabullirse y se salieron por la tangente, aduciendo argumentos que ni  ustedes mismos se creían. La pregunta no es sí estaban allí o no, porque estuvieron todos. La pregunta es: ¿qué hicieron ustedes cuando veían que España se iba a la ruina y Zapatero se negaba a aceptar lo obvio? ¿Por qué no le dijeron que adoptase medias antes?

No hagamos demagogia ni caigamos, por favor, en la hipocresía.

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Paper Picks

Magnífico artículo hoy de la periodista Sheryl Gay Stolberg del New York Times sobre el candidato republicano Newt Gingrich: cómo construyó sus primeros grupos de apoyo, cómo fue modelando su ideología, cómo acabó siendo aborrecido por la mitad de su partido y cómo ahora podría llegar a la Casa Blanca.

Por su parte, Peter Wallsten del “Washington Post” ofrece un interesante análisis sobre otro contendiente republicano: Ron Paul. Aunque el ex gobernador de Texas parece que no tiene la más mínima posibilidad de victoria, sí que puede convertirse en un factor clave para otros candidatos. Porque Paul ha dado toda una lección por su buen hacer y sus grandes dotes de organización a la hora de poner en marcha un movimiento de apoyo en estados clave como Iowa.

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Lecturas políticas para no navideños

No soy de las que les gusta la Navidad. Me pone muy triste pensar en los que ya no están con nosotros y me enerva la obsesión consumista en la que se han tornado estas fiestas. Por eso, aparte de cumplir religiosamente con los obligados atracones de comida en familia, estos días navideños (si no estoy de viaje) los dedico simplemente a leer. De hecho, ya llevo unas semanas acumulando diligentemente obras para disfrutar en cuanto tenga la más mínima ocasión.

Os dejo mi lista personal de libros para estas Navidades:

“Lords of Finance: 1929, the Great Depression, and the Bankers Who Broke the World”, de Liaquat Ahamet.

La historia de cuatro hombres que dirigían los bancos centrales de sus respectivos países y cuyas acciones cambiaron el rumbo de la historia. Desafiando a todos aquellos que pensaban que el crack del 29 fue la consecuencia de hechos fortuitos que se escapaban del control de los gobiernos, Ahamet demuestra que sucedió todo lo contrario. Fueron decisiones erróneas de un puñado de hombres lo que desencadenó realmente la catástrofe y fueron, además, las medidas equivocadas que adoptaron los políticos para controlar sus consecuencias inmediatas lo que provocó la Gran Depresión. ¿Os suena familiar?

 

“Lincoln’s Sword: The Presidency and the Power of Words”, de Douglas Wilson.

Muchos de sus coetáneos lo menospreciaban como un hombre de provincias incapaz de sobrellevar el enorme peso de la Presidencia. Le reconocían astucia y habilidad política, desde luego, pero constantemente le reprochaban que no destacase por una oratoria sofisticada o por ideas sugerentes. Pero se equivocaron todos. Lincoln era un magnífico orador que dejó estupefacto a más de uno al comenzar a publicar una serie de artículos y pronunciar discursos que han pasado a la historia por su brillantez y solidez intelectual. El libro de Douglas Wilson examina cómo Lincoln empleó el poder de las palabras para construir su carrera y vencer a todos sus enemigos. En particular, se sumerge en cómo escribía, en el proceso metódico y disciplinado con el que el Presidente de los Estados Unidos sopesaba cada una de las palabras.

 

“American Dreamers: How the Left Changed a Nation”, por Michael Kazin.

Michael Kazin, además de professor de historia en la Universidad de Georgetown y de estar reconocido como uno de los más destacados académicos en el estudio de los movimientos sociales, es un destacado intelectual de izquierdas. Sus opciones ideológicas, sin embargo, no le han impedido escribir con maestría –y cierta simpatía- sobre personajes poco sospechosos de radicalismo político. De hecho, me encantó su libro “A Godly Hero: The Life of William Jennings Bryan” sobre el contendiente demócrata a la Casa Blanca más joven de la historia.

En “American Dreamers” (uno de las mejores obras publicadas en el 2011 según la revista “Newsweek”), el autor hace un recuento muy interesante de todos los movimientos de izquierdas de los Estados Unidos, comenzando con los abolicionistas de finales del siglo XIX hasta llegar a nuestros días. Aquí se explican las luces y las sombras de movimientos como el feminismo o el anarquismo y se analiza cómo, a pesar de que en Estados Unidos no ha llegado a cuajar un auténtico partido de izquierdas a la usanza europea, todos estos movimientos “de izquierdas” han influenciado la psique de los ciudadanos norteamericanos.  

“Thinking, Fast and Slow”, de Daniel Kahneman.

En el 2002, Daniel Kahneman ganó el Premio Nobel de Economía. La concesión del galardón sorprendió a algunos, no en vano Kahneman no es economista de formación, sino psicólogo. Ahora bien, junto al brillante Amos Tversky, se ha encargado de desmontar durante décadas una de las principales premisas de la ciencia económica: que los individuos somos seres perfectamente racionales movidos por intereses previsibles y que adoptamos decisiones tras sopesar los pros y contras de determinadas cuestiones. Nada más lejos de la realidad, según Kahneman. En este libro cuenta cómo estamos muy lejos de la perfecta racionalidad y que las emociones juegan un papel más que destacado en la toma de decisiones. Algunos de los experimentos que detalla en “Thinking, Fast and Slow” son, cuando menos, sorprendentes.

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Debate de investidura: secretos previsibles y ambigüedades impermisibles

Una vez Mariano Rajoy ha puesto punto y final a la casi hora y media de discurso (treinta y una páginas tiene la versión escrita), los representantes del resto de fuerzas políticas del hemiciclo se han afanado a aparecer delante de los medios y valorar la intervención. Ha sido “ambiguo” para algunos, “poco ambicioso” para otros, “decepcionante” para la gran mayoría.

Para mí, simplemente, ha sido previsible.

1.- Previsible por la retórica inflada a la que nos tiene acostumbrados el futuro Presidente, una retórica que empequeñece al mismo Quevedo y que aturde de tanta perífrasis repetida, frase engominada, adjetivo reiterativo y adverbio sobrante. Vaya, que el discurso está muy mal escrito. Y el tono monocorde con el que el futuro Presidente adorna sus intervenciones no ayuda un ápice a superar el ataque de insomnio que te invade de inmediato al escucharlo (tampoco ayuda en exceso tan solo leerlo).

No me esperaba ni por asomo una arenga al estilo “sangre, sudor y lágrimas” con el que Winston Churchill insufló ánimos a sus compatriotas, ni mucho menos un optimista aunque ingenuo “Yes We Can”, ni por supuesto nada parecido al elegante “We have nothing to fear but fear itself” rooseveltiano. Pero de ahí a que hayamos caído en una pura verborrea sin estilo hay un abismo.

2.- Previsible por los mensajes, una retahíla de propuestas que querían demostrar a Europa que seguiremos siendo un alumno aventajado (y claramente pelota) de los designios imperantes de Alemania y que no adoptaremos ninguna postura contestataria (¡Dios nos libre!) frente al libre albedrío (y falta de criterio) con el que la Señora Merkel lidera al continente.

Se ha empezado hablando de la austeridad, se ha pasado luego a hablar de la austeridad, se ha recalcado la austeridad y se ha acabado reivindicando la austeridad. Que le quede claro a los alemanes: cumpliremos con nuestra promesa de reducir el déficit el año que viene en los términos establecidos, aunque por ello tengamos que estrangular toda posibilidad de crecimiento económico. Y que quede claro que digo esto como defensora de la austeridad, si bien aplicada desde el sentido común y no desde posturas maximalistas.

Rajoy no ha dejado claro cómo conseguiremos esta reducción tan drástica del gasto público, ni ha desvelado qué ajustes establecerá en todas las partidas que no sean las pensiones (las cuales subirá, por supuesto). Es decir, no sabemos aún del alcance que tendrá el “ajuste” en educación ni en servicios sociales, ni en infraestructuras productivas, aunque nos podemos ir preparando para recortes substanciales.

Ahora bien, Europa puede respirar tranquila: el Sr. Rajoy no se ha pronunciado sobre Europa más allá de fórmulas al uso que no quieren decir nada, y por tanto, no sabemos exactamente cuál es su postura sobre el futuro del Banco Central Europeo, ni sobre la reforma de los tratados comunitarios.

3.- Previsible por los silencios y las omisiones. Ni una palabra sobre el proceso de paz en Euskadi, ni una palabra sobre “pluralidad nacional”, ni una palabra sobre infraestructuras claves, ni sobre temas que afectan a territorios situados más allá del Manzanares.

4.- Previsible porque no hacía falta mantener el silencio y el secretismo durante prácticamente un mes para anunciar tan sólo líneas maestras y no entrar en detalle. Para decir que eliminará los puentes, pondrá fin a las prejubilaciones, volverá a incentivar la compra de vivienda y que subirá las pensiones (y bajará todo lo demás), no hacía falta tanto hermetismo. De hecho, para eso tenía la campaña electoral: para lanzar este tipo de mensajes. Ahora se necesitaba una hoja de ruta y Rajoy nos ha demostrado que no sabe siquiera lo que es un GPS.

 

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