Francia 1 -España 0

Cuando los dos moderadores pusieron punto y final al debate ayer en Francia, aquí todos (sin excepción) asentimos: nos había parecido un debate fabuloso, con ideas, argumentos, propuestas y cifras. Y sin leer papeles en ningún momento, por cierto. Se habían contrastado dos modelos, cruzado críticas inteligentes y lanzado dardos dialécticos potentes. Había habido ironía, incluso cierto sarcasmo, la oratoria fluía y, aunque es cierto que las interrupciones entre ellos eran continuas, pensábamos que en general el nivel había sido altísimo. Una demostración de savoire faire que evidenciaba una cultura política, como la francesa, a la que aquí (y con toda la razón) reverenciamos. No es de extrañar, por tanto, que el comentario más asiduo en Twitter fuese precisamente: ¿por qué nosotros no tenemos debates así aquí?

Bien, cual ha sido mi sorpresa hoy cuando en la prensa francesa, de elogios, pocos. Más bien críticas al ambiente “tenso”, “áspero” y “crispado” que, según ellos, presidió el encuentro. No es una opinión aislada: “The Guardian” en el Reino Unido también considera que ha sido el debate más “agresivo” que se recuerda en los últimos treinta años y arremete contra el tono “excesivamente técnico” que reinó en todo momento. El alemán “Der Spiegel”  apunta en la misma línea y la BBC se ha descolgado con que “Sarkozy y Hollande se insultaron continuamente” y ha resaltado que hubo “momentos de cólera” donde los candidatos se acusaron de mentir.

Conclusión: qué mal debemos estar en España a nivel de cultura política cuando un debate que no ha despertado excesivas alabanzas aquí lo hemos ensalzado como modelo. Y qué poca altura intelectual y escaso fuste personal deben tener la mayoría (aunque no todos) de nuestros políticos cuando hemos salivado con envidia sana frente al ejemplo de dos candidatos que, tan sólo alargando la semántica, se pueden considerar auténticos estadistas.

Que estamos a años luz de lo que se supone que debería imperar en la esfera política es hoy, una vez más, dolorosamente evidente. Y obviamente preocupante.

Siempre he creído que en este país hemos pasado de los pesos pesados en la política (en prácticamente todos los partidos) a auténticos pesos pluma en un lapso muy breve de tiempo. Hay excepciones, por supuesto.  Afortunadamente siguen habiendo personas que merecen nuestra confianza, que tienen rigor y aplomo, valentía, tesón, determinación y una visión clara, aunque reconozco con pesar que desgraciadamente son eso: excepciones.

Volviendo al debate en cuestión, ¿hubo algún claro vencedor?

La respuesta es no, aunque hay que matizar. Según una encuesta hecha pública hace tan sólo unas horas y realizada por el instituto LH2:

►François Hollande ha resultado más convincente, serio y, sobre todo, sincero que Sarkozy.

►También el candidato francés ha sido valorado como el “más próximo a las preocupaciones de los votantes”, sobre todo en lo que respecta a la defensa de la educación y los derechos sociales.

►Ahora bien, Sarkozy gana en cuanto a “credibilidad” se refiere y también dio la imagen de ser “más competente” que el candidato socialista.

►En general, Sarkozy ofreció una imagen más “presidencial” que Hollande.

Es decir, el debate quedó en tablas. Ahora bien, hemos de tener en cuenta un elemento muy importante en todo debate electoral: la lucha de las expectativas. Y ahí Hollande ganó claramente porque demostró más solidez y firmeza de la que muchos esperaban y no cedió un ápice frente a los intentos de Sarkozy por desestabilizarlo. De hecho, el candidato socialista sorprendió a propios y extraños con un estilo combativo y un alud de argumentos y cifras que no daban pie a la tregua.

Y es que ése debía ser el objetivo: aguantar los envites y demostrar substancia. Sobre todo, demostrar substancia. Porque Hollande podrá ser percibido por muchos como el mesías que espera Europa, pero eran también numerosos los que se cuestionaba si una persona sin experiencia gubernamental notable podía hacerse cargo del país en unos momentos tan difíciles. Ahí estaba el quid: demostrar que dominaba los temas, que tenía un conocimiento pormenorizado de todo lo que acontece al país y, sobre todo, vencer en el juego de las expectativas y dejar claro que, sí, dialécticamente podía aguantar a «SuperSarko».  Como Manuel Valls, Director de Comunicación de la campaña de Hollande, reconoció justo después del debate:

“Nicolás Sarkozy creía que lo iba a pulverizar, pero ha comprobado rápidamente que tenía delante de él una persona carácter y espíritu combativo”.

Gerard Courtois, director editorial de “Le Monde”, apunta en la misma dirección:

« Ayer Sarkozy necesitaba claramente demostrar que Hollande era demasiado flojo, demasiado “fuyant” (huidizo, disperso), demasiado poco experimentado para dirigir el país. Sarkozy necesitaba desestabilizar a Hollande, pero no lo consiguió “. 

Sarkozy intentó la técnica que tan bien le funcionó con Royale: pinchar al oponente para crisparle y, una vez caldeado el ambiente, surgir él como una voz de moderación y colocar una frase lapidaria incontestable. Bien, esta vez el tiro le salió por la culata: pinchó y crispó, es cierto, pero de moderación esta vez nada y no fue capaz de lanzar mensajes contundentes. Con excepción de unos pocos momentos puntuales, fue bastante a remolque y todos sus argumentos eran auto-justificativos. Al final, más que establecer una hoja de ruta para sacar al país del atolladero (y a Europa del abismo), tan sólo pareció una sombra de sí mismo que luchaba por defender una gestión en la que pocos en su país parecen creer. 

Para acabar, un apunte más que preocupante. Hoy son pocos en la prensa española los que destacan un hecho que a mí me dejó bastante estupefacta: Zapatero fue nombrado en más ocasiones que Merkel, y no precisamente para bien. De hecho, ambos candidatos se esforzaron repetidamente por alejarse lo máximo posible del ex-Presidente del Gobierno español. Sarkozy le echó en cara a Hollande que Zapatero es socialista y Hollande replicó a Sarkozy que él había puesto a Zapatero de ejemplo en numerosas ocasiones.

No soy, ni mucho menos, de las que defienden a Zapatero. De hecho, soy sumamente crítica con su gestión de la economía y no tan sólo en el segundo mandato. Creo que cometió numerosos errores, que actuó con irresponsabilidad en muchos frentes, que dio una lección de cobardía al no reconocer la crisis y que erró, vaya si erró, al prometer a bombo y platillo que su segunda legislatura sería «la del pleno empleo». Zapatero nos dejó al borde del precipicio en lo que a economía se refiere. Y, sin duda lo más curioso, más que atacar los males del país con políticas keynesianas y apostar por soluciones socialdemócratas, se decantó en los últimos años por políticas de claro corte neoliberal que no hicieron sino agravar todos los males. Para echar más leña al fuego, incluso se atrevió a cambiar de la noche a la mañana la Constitución, sin un debate pormenorizado y siguiendo a pies juntillas los dictados del BCE, que se ve que ahora puede recomendar cambios institucionales.

Insisto: no soy precisamente una fan suya. Ahora bien, que en un país extranjero se ataque virulentamente a un ex-Presidente del Gobierno español tampoco me parece de recibo. Aunque solo sea por respeto institucional, se deberían mantener las formas y no emplear a un político democrático extranjero como «carnaza electoral».

Más allá de este punto en concreto, los esfuerzos que ambos candidatos destinaron para alejarse al máximo del modelo español sólo apunta en un sentido: que en Francia ven a España como un país, no ya en graves aprietos, sino directamente para el desguace. Así nos va.

 

1 comentario

Archivado bajo Campañas electorales, comunicación, Hablar mejor en público, liderazgo

Una respuesta a “Francia 1 -España 0

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